Shosuro Maijin

Diario de una dama

23 enero 2006

Tristeza

En la tarde de ayer, paulatinamente he ido cayendo en una tristeza extraña.

Todo comenzó pensando en conflictos pasados aún no resueltos.

Luego la angustia diaria de mi vida cotidiana, alargada en demasía en la monotonía que cohibe mi libertad.

Su falta se extendió sobre mí como una mancha negruzca que se asienta en mi arenal contaminando su calmado existir.

La tristeza surgió sin más, como la sangre de una herida, y fué apoderándose de mi apetito, para luego apoderarse de mi cuerpo.

Me tiré en el suelo.

Quería que me pasase por algo.

Cuando creí que todo había acabado, me levanté, pero al levantarme me topé con su peor cara.

Me introduje en el futón como una bola de pelusa.

La angustia seguía "in crecendo", como el humo de pipa en un fumadero.

Me sentí otra persona, me sentí mi abuela, mi abuela muerta hace dos meses, mi abuela que murió con sensación de angustia ante su final.

Mi abuela desnuda, a mi lado, un fantasma agarrado a mi corazón.

Apoderada, subyugada por la ansiedad, la tristeza, la angustia.

Mi llanto se tornó profundo y ajeno.

Olvidé donde terminaba yo y empezaba ella.

La rechacé ¿qué podía hacer?

Me estaba consumiento egoistamente, ansiando estar en el presente y no en mi recuerdo.

Aún la siento, no tan cerca, pero no tan lejos.

¿Cuándo asumirá su estado?

No lo sé, pero tengo miedo de su rostro lleno de gritos, de ansiedad, deseando matar su propia tristeza a través de mí.

Llámame loca, pero así lo he sentido.