Shosuro Maijin

Diario de una dama

06 enero 2006

Lejana

Como podeis observar, este blog ha comenzado con los restos de otro que, no sé por qué, se estropeó.

La última vez que escribí fue hace más de dos meses. Poco después mi tía avisó a las tres o cuatro de la madrugada diciendo que la abuela se estaba muriendo.

Enferma y en el hospital, turnábamos nuestras vidas para poder cuidarla.

En mis tareas cotidianas solo pensaba en estar con ella o en cómo se encontraría. También pensaba en quienes la estaban cuidando y me preguntaba cuándo tendría que ir yo aunque solo fuese para verla y decirle lo hermosa que me parecía.

Incluso si no pensaba directamente en ella, la sentía en mi mente como un murmullo sordo.

Poco después volvió a casa, se negaba a moverse, de hecho en el hospital sonreía con placer cuando la llevaban en la grúa hasta la cama.

A causa de su negativa se formó un coágulo que le llegó a los pulmones y volvió a ser ingresada.

La teníamos presente como un fantasma sobre nuestras cabezas.

La noche anterior a su muerte mi prima y yo íbamos a ir a cuidarla, pero estaba tan mal que nos quedamos en casa con el corazón encojido esperando lo peor.

A la mañana siguiente nuestras madres, sus hijas estaban al pié de su cama, a su lado, en su último adiós.

Ansiosa como estaba por la cercanía de su final, mi madre pidió que la sedasen. Una buena acción por una mujer peculiar, egoísta, sí, pero preocupada por l@s suy@s .

No estuve con ela todo lo que me hubiera gustado. También es cierto que mi abuela no era muy agradecida y quería dejar claro a tod@s que se estaba muriendo. De hecho hacía círculos en las manos indicando cuantos días le quedaban.

A pesar de todo, era mi abuela, mi amada abuela, esa sonrisa franca, esos enfados infantiles, esa mirada cansada...

La única abuela que me quedaba...